lunes, 24 de marzo de 2014

La vida me ha enseñado…

Que, ¿Qué me ha enseñado la vida?, la vida me ha enseñado que nada es lo que aparenta ser y nunca sale lo planificado a largo plazo, porque el mundo es cambiante, y nuestra vida misma y nuestra ideas también. La vida me ha enseñado, que nuestros padres son humanos imperfectos y no los Dioses que alucinamos de pequeños; que nuestra existencia en este mundo se debe a algo que moriremos sin comprender y que aún después de “muertos” seguiremos intentando comprenderlo. Que los aviones, son el medio de viaje más seguro, pero cuando un accidente de estos ocurre, es el medio fijo para volar eternamente. La vida me ha enseñado a ir despacio, a darme cuenta que un accidente, con suerte, te enseñará a aprender a dar valor a las cosas. Que mientras tú sufres por algo que piensas es el fin del mundo, existe alguien sufriendo en niveles inimaginables equiparables a la extinción del universo sobre el que gira tu pequeño y muchas veces miserable mundo. La vida me ha enseñado, que los amigos no son para siempre, pero la amistad sí. Que la distancia mata pasiones, aviva emociones, pero alarga la agonía de aquello que no deseamos terminar. La vida me ha enseñado que nos pasamos cien años pidiéndole a Dios una señal y un cambio en su parecer, sólo porque las cosas no salen como nosotros lo queremos, sin embargo muchas veces, precisamente las cosas no se dan porque es una señal divina que nos entercamos en no mirar. La vida me ha enseñado, que ser el hijo menor y el hermano menor en una familia, no es garantía absoluta y necesaria para ser el “consentido” de la misma. Que muchas veces un hijo termina siendo padre y consejero de sus progenitores, o el apaga incendios de situaciones inimaginables. Que muchas veces el hermano menor o el más pequeño de todos en edad, termina siendo mucho más maduro y responsable que aquellos a los que alguna vez consideró ejemplo a seguir. La vida me ha enseñado, que muchas veces el cariño verdadero y el real abrazo fraterno no necesariamente vienen de tu hermano de sangre, sino de aquellos amigos que la vida puso en tu camino y de aquellos a los que tú decidiste adoptar como tu propia familia. La vida me ha enseñado que no necesariamente ser justo, honesto y transparente, te garantiza el éxito a corto a plazo, pero felizmente las mentiras tienen patas cortas y cuando estas salen a la luz, aquellos que elevaron su vida en un castillo de naipes caen vergonzosamente, mientras que aquellos de base sólida nos mantendremos creciendo en un cimiento cada vez más fuerte. La vida me ha enseñado a no soportarle peros a nadie, a ser sincero y directo con la gente, aunque esto le moleste a muchos, la vida me ha enseñado que del 100% de personas que me conocen, el 99% de ellas me odiaba o simplemente “no me pasaba” hasta que realmente me conoció. La vida me ha enseñado a respirar la brisa marina, a cerrar mis ojos frente al mar y escuchar el aire rodando por todos y cada uno de mis canales auditivos y disfrutar extasiado de esa hermosa sensación. La vida me ha enseñado a mirar y tratar de encontrar el final del océano solo para darme cuenta que tal vez y a nivel universal somos una partícula insignificante muy importante capaz de cambiar nuestro mundo y del de aquellos que nos rodean. La vida me ha enseñado que el para siempre no existe, que las promesas están hechas para ser rotas, para hacer del momento en el que se juran, algo especial. Me ha enseñado también que a veces puedes confiar ciegamente y dar mucho más de lo que puedes dar por alguien que consideras especial, sin embargo, el considerar a alguien especial y el “derramar hasta la sangre” propia por aquella persona, puede que no te garantice que se te pague con la misma moneda. La vida me ha enseñado que existe gente hipócrita, que existe gente estúpida, que existe gente indeseable, que existen cobardes, que existen estafadores, que existen personas capaces de crear todo un mundo de mentiras con tal de obtener todo aquello que desean, personas capaces de sangrar y absorber hasta lo último de ti, de tus bolsillos, de tu alma, simplemente para utilizarte a su placer y conveniencia y llegado el día te botan como plato descartable haciéndose pasar por arrepentidos de la vida cuando no son más que perros miserables cuyo futuro está fijado por aquella ley del destino y del “todo aquello que recibes”, te será devuelto… La vida me ha enseñado que una decisión puede cambiar tu destino, tu vida. Que en la torpeza de la soledad y el dolor nos esmeramos en ser más errantes, más estúpidos. La vida me ha enseñado, que el alcohol es rico para aliviar las ganas de llorar, que las lágrimas de borracho se justifican por aquella sensibilidad que hace mágicamente aflorar en cada uno la bebida. Me ha enseñado también que a veces sacamos lo que creemos es lo mejor de nosotros, aunque muchas veces sepamos que es lo peor, solo por tratar de impresionar o tomarnos revanchas absurdas y desquiciantes. La vida me ha enseñado que una publicación de Facebook muchas veces va con la intención de hacerle conocer lo aparentemente feliz que eres a la persona que asumes que no quiere saber nada de ti o no se atreve a preguntarte ¿Cómo estás?. La vida me ha enseñado que muchas personas se aguantan la humillación de ser engañadas y aún así insisten en salvar lo que creen es una familia feliz, que existen mujeres y hombres que se tragan el orgullo y se meten los cuernos en lo más profundo de su ser con tal de aparentar llevar una vida normal, tranquila y común, igual a la de los demás y publican fotos solo para que la amante vea que están bien, que el objetivo de destrucción familiar no se logró y que el pobre marido que no tiene la culpa de haber tirado con la “perrísima” seductora ha vuelto al regazo de la persona a la que supuestamente amaba y que dicho sea de paso por algo decidió engañar. La vida me ha enseñado que el alcohol tiene aquella bondad de doble filo: sacar lo mejor y lo peor de las personas. Me ha enseñado que no siempre la seriedad y la aparente inteligencia son dotes reales sino más bien roles actuados y liberados, que la timidez necesita a veces de trago para ser vencida, que nos esforzamos muchas veces por fingir y aparentar ser quienes realmente somos. Que llegamos a ser tan estúpidos, que terminamos siendo un collage de aquello que todo el mundo sugiere y terminamos cubriendo nuestra real esencia para terminar siendo el muñequito que quieren los demás. La vida me ha enseñado que existe gente incompetente y arrogante, que llegan por algún favor no divino a donde no deben, que abusan de un cargo o un puesto sin recordar que alguna vez pasaron por allí, o tal vez sin considerar que hoy un puesto de jefatura se basa más en el liderazgo. La vida me ha enseñado que existe gente digna, que hay temor en un niño de la calle a ser secuestrado cuando un extraño le ofrece llevarla de paseo y comprarle un obsequio. Me ha enseñado que muchas veces miramos a los nuestros como un mal urbano, pero no entendemos el porqué de la situación detrás de cada ser humano. La vida me ha enseñado que cuando eres gordito, eres el ser más “apapachable” del planeta, pero cuando bajas de peso, todo el mundo comienza a decirte lo mal que te veías con esos kilitos de más. La vida me ha enseñado, que los amigos “para siempre” se terminan yendo lejos muy lejos, a muchos kilómetros de dolor y vaya que se extraña no verlos. La vida me ha enseñado que nada vale más, es más rico y es más satisfactorio que ver a sonrisa de tu madre, de tu hijo, de tu sobrino y de toda tu familia. Que no hay alegría más grande que la de ver a tu familia tranquila y sentirte orquestador de aquel momento familiar que no quisieras que termine nunca. La vida me ha enseñado que todo lo que se hace, se paga aquí. Que todo lo que haces se te es devuelto, y que todo aquello que lo que das de corazón, no necesariamente lo recibes de regreso. La vida me ha enseñado; y he aprendido que todo lo que pasa en esta vida tiene un objeto y aunque a veces puede que no entendamos porqué sucede, puede que hallemos una respuesta a nuestros “por qués” muchos años después. La vida me ha enseñado mucho y yo sigo aún aprendiendo… mientras tanto la paso bien, la padezco, la sufro, la lloro, la ignoro a veces, y aunque muchas cosas sucedan; la vida me ha enseñado, que una sonrisa es el arma de destrucción más eficaz y letal para aquellos que buscan verte y hacerte sentir mal. Me ha enseñado a sonreír cuando lloro, cuando tengo cólera, cuando duermo, cuando siento que muero, cuando siento que no existo, cuando siento que ya no puedo, cuando siento que no reiré más. La vida me ha enseñado a vivirla siempre con una sonrisa… y hasta hoy, sigo aprendiendo, y sigo sonriendo…

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