Veo las noticias y todos alrededor dicen que el político de la pantalla es un ladrón. Hace 5 años decían lo mismo, es más, hace 10 y 15, también. Me di cuenta entonces de los años que habían pasado y el concepto de aquel político no había cambiado en tanto tiempo, probablemente sean más años a falta de memoria y mi mente no me permite recordarlo.
Mi cerebro explotó en preguntas, y se cuestionó; si, esa persona tiene más de 15 años siendo un ladrón ante los ojos de los demás, pero quien lo eligió, posiblemente sea alguien que alguna vez lo elogió. Es un ladrón –decimos- sin embargo sigue allí. Y es que este ladrón con corbata (llámese así a la mayoría de políticos), fue engendrado por el pueblo. Nosotros ciudadanos conscientes o inconscientes copulamos en nuestras mentes la idea de llevar al ladrón que llevamos dentro a un gobierno en cualesquiera de sus niveles, sea local, regional ó nacional.
Y es que pienso también que la habilidad de un buen ladrón es ser ágil y esquivo, como el más rápido de los felinos, como el más astuto de los roedores, como el más resbaladizo de los reptiles, pero también el más inteligente vecino de su pueblo.
Probablemente, quien estuvo en el poder retrospectivamente en el gobierno, fue un ladrón, probablemente quien lo esté en este momento lo es, y probablemente quien venga en un futuro lo será. Pero ellos, seres favorecidos por la ignorancia de su pueblo, no tienen la culpa.
Hablar de justicia y de moral en esta sociedad, me resulta casi utópico. Pienso y veo que vivo en un país donde los trámites documentarios tienen un costo, pero si los quieres al instante, los puedes tener pagando más, donde los certificados y licencias tienen un costo por debajo de la mesa si el tiempo quieres ahorrar y tus exámenes no quieres dar. Un país donde la gente olvida a sus ladrones de turno y les entrega otra oportunidad, un país en el que la justicia es ciega pero hay quienes le quitan esa venda con un poco de dinero, un país en el que a la policía no se le respeta y se gastan millonadas en publicidad como si eso fuera a resultar, un país en el que los culpables son defendidos y los inocentes son enjuiciados, un país indiferente a su realidad, un país acomplejado que vive de los recuerdos ”gloriosos” del pasado, recuerdos que aquellos que los añoran ni siquiera protagonizaron. Un país en el que si buscan civilizarnos, la gente se levanta y paraliza carreteras, sacan sus machetes, queman llantas, detienen su trabajo, pierden su lado humano y dan rienda suelta al animal que todos llevamos dentro.
Vivo en un país, en donde a las personas no les interesa la economía nacional, un país en el que los pequeños empresarios tienen que tributar a riesgo de multas, sin embargo los grandes clubes deportivos y empresas tienen muchas oportunidades y beneficios para tributar, un país que vive con euforia partidos de futbol en los que sabe que perderá, y no apoya al talento de muchos otros deportes que merecen ser valorados, un país indiferente a sus triunfos, pero pendiente de sus fracasos, un país que celebra siempre no quedar en un último lugar, un país que siempre busca el qué juzgar, un país que considera tonto al que actúa con justicia, un país que considera estorbo al que es honesto, que considera hábil al que cruza la pista sin respetar las señales de tránsito, un país en el que la preferencia en las pistas las tienen los vehículos y no las personas.
Un país acostumbrado, que celebra ser “Un mendigo sentado en un banco de oro” y prefiere mendigar a trabajar por su propia riqueza, un país acostumbrado a pedir y reclamar sin dar nada a cambio, un pueblo que llora, reclama y ora cuando las cosas suceden pero nunca hace nada para evitar las desgracias, un pueblo ignorante e inconsciente que celebra ser derrotado y no eliminado, que considera héroe a los caídos en batalla, que no saborea aún lo que se siente celebrar por una victoria. Un pueblo miope y torpe que no ve las cosas con claridad y piensa que todo cambiará por el candidato que elegirá, un pueblo que vota por un partido y no por las ideas, un pueblo que apuesta a lo mismo y no a cambios radicales, pero prefieren pensar que siguiendo con lo mismo todo cambiará.
Un país que prefiere ver bailar a los demás por un sueño, y no vivir intentando hacer realidad los propios, un país que premia el fraude, un país que repite sus torpezas, un país que añora ser grande y se divide cada día más. Un país sin cultura política, en donde los más antiguos siempre podrán más, porque nos da pereza pensar, porque nos da miedo cambiar. Un país que asegura querer surgir, pero no sabe aún ni cómo vivir. Un país que no produce pero si se reproduce, un país que reclama pero no es consciente de lo que proclama. Un país que canta ser libre pero no toma consciencia aún de lo que decide. Un país que merece lo que tiene, porque su gente no sabe lo que quiere, un país que premia al ladrón con 100 años de perdón. Un país que condena al justo por parecer injusto. Un país que vive de sueños, y prefiere seguir durmiendo.
El ladrón de turno que estaba en televisión, esta por nuestra votación, porque fue nuestra elección, la culpa no es, ni será de aquel, siempre será de la persona que veamos en nuestro reflejo, muchos diremos la culpa no es mía, la culpa la tiene el espejo.
Continuará….
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