jueves, 11 de agosto de 2011
29 de Julio: Día de Don Luchillo
El 28 de julio de este año, me encontraba festejando las fiestas patrias en una conocida discoteca en Trujillo, recibí la llamada de uno de mis mejores amigos, hasta el momento, era Willy Guillermo invitándome al, en ese preciso instante, organizado cumpleaños de su padre.
Definitivamente no podía negarme a tan honorable invitación, pues aunque no precisamente estaba en mis planes ir a mi ciudad para los feriados, desde que fui partícipe de dicha invitación, algo me hacía suponer que aquel día iba a ser para recordar.
Y es que Don Luchillo, como le llamo yo de cariño a Luis Félix Guillermo Isla, es un ser muy especial, podría decirse que es una de esas personas que no encuentras, un ser humano, de los pocos que conozco, digno de ser llamado gente. Un padre aparentemente ejemplar, cariñoso, y probablemente, supongo yo, muy querendón. Y es que Don Luchillo, como repito me atrevo a llamarlo yo, es así.
Lo conocí en el cole, en la secundaria para ser más precisos, siempre lo recuerdo sentado en aquel escritorio del ambiente de la sub dirección del plantel, siempre recuerdo su caminar pausado, su sonrisa de chiquillo inocente y travieso, aquella que la genética tuvo a bien clonar y trasladar a sus hijos. Aquella sonrisa que caracteriza a la familia de apellido con tono de nombre, y es que los Guillermo, son los Guillermo.
Una rica familia, no necesariamente en el sentido económico, sino en el sentido de unión, y supongo también desunión, como en toda familia. Una familia a la que profesamente declaro envidiable, pues la capacidad de Don Luchillo, no solo alcanza los límites de la enseñanza y la docencia, y porque no decirlo también decencia, de un maestro, sino también atañe los valores y virtudes que puedes encontrar y desear en un buen padre.
Don Luchillo, aquel hombre de ya sesenta años, y perdone usted que lo desnude cronológicamente por este medio, ya es todo un viejo roble, y es que este viejo roble de la mano de su esposa la señora Rosita, quien merece el mayor de mis respetos, han sabido sacar adelante a toda una familia de cinco hijos, varones todos, y pues hoy creo que ha llegado el tiempo de verlos cosechar parte de todo aquello que han sembrado y abonado durante todos estos años.
La reunión inició el 29 de julio a las 13.45 p.m., y aunque mi ayunado estómago fastidiaba del hambre, mi alma se encontraba llena de curiosidad por el desarrollo de aquella reunión preparada por unos buenos hijos, para probablemente, el mejor de los padres. El brindis de honor llegó a la mesa y uno de los cinco hijos tomó la palabra para agradecer, no solo el momento que se vivía en aquella mesa, sino también agradecer la vida entera y el esfuerzo entero de su padre no solo para con él sino también para con sus hermanos. Increíble aún fue para mí, escuchar a cada uno de amigos, de los Guillermo, agradecer al destino y a la vida el ser la familia con el apellido con tono de nombre. Las voces entrecortadas, las persona emocionadas, y me incluyo yo también, los viejos amigos hablando, la familia agradeciendo, todo un conjunto de palabras de dicha y gloria en aquella reunión originadas por un magnífico ser que la divinidad tuvo a bien enviar a este planeta.
Y es que pienso que Don Luchillo es especial, o al menos no común, gracias a usted Don Luchillo, por enseñarme inconscientemente muchas cosas, gracias por aquel abrazo correspondido en mi fiesta de promoción, que tal vez y usted no recuerde pero yo sí, “tranquilícese amigo Walter”, me dijo mientras lloraba en su hombro semi borracho agradeciéndole por ser como es y por los hijos que tuvo además de la dicha de conocerlos. Y es que la familia de apellido con tono de nombre es especial y los cimientos bajo los que sostiene, estoy seguro son muy fuertes e indestructibles.
Aquel día, después del brindis, no se festejaba un cumpleaños, se festejaba la vida, se festejaba la alegría, se festejaba la unión de una familia, todos bailaban, todos conversaban, todos reíamos asombrados y envidiando a la vez los pasos de baile del tío “Loco”. Aquella tarde que se convirtió en noche, fue un medio día para jamás olvidar, no fue un simple cumpleaños, fue un homenaje a un ejemplo de vida, a un ejemplo de docente, a un ejemplo de padre, a un ejemplo de gente, a un ejemplo dignidad, de humildad, de sencillez y abrumadora grandeza a la vez. El ver a los tíos abrazados a los sobrinos, a los hijos abrazados al padre, a los hijos bailando con su padre, al padre llorando y bailando de felicidad con su esposa, bailando con sus hijos y por sus hijos. A todos bailando y disfrutando por Don Luchillo.
Aquel día para mi, fue muy especial, y en adelante sabré que después del 28, tendré que celebrar el 29, y es que el 29 quedará en mi mente como el día de Don Luchillo, y lanzo este artículo, porque creo que es bueno hacerlo, porque creo que por gente como Don Luchillo el mundo sigue siendo mundo, la gente sigue siendo gente y sobre todo por gente como él, vale la pena aún que el planeta entero no deje de existir. Gracias por todo Luis Félix Guillermo Isla, gracias por todo familia de apellido con tono de nombre, gracias infinitas Don Luchillo, gracias padre, gracias maestro y gracias infinitas buen amigo.
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