sábado, 17 de diciembre de 2011

Reflexiones de diciembre


Diciembre 14, despierto y abro las cortinas de la ventana que dan al balcón de mi habitación, me asomo por ella y veo al “vigilante” dormido en su asiento, la gente pasando apurada por llegar al trabajo, los chicos con uniforme corriendo para llegar al “cole”, el lorito de alguien que hace meses se escapó y sorprende con su léxico nuestras mañanas, es diciembre de nuevo…
Las casas de la vecindad con sus arreglos navideños, no faltan las botas o coronas en las puertas, las luces artificiales simulando ser estrellas, los adornos diversos, desde ángeles, pasando por venados, una fauna navideña diversa, y “Santas”, en todas las presentaciones.
Me pregunto por qué tenemos la necesidad de llenar nuestros ambientes de esa forma, si, lo sé es navidad, se recuerda el nacimiento del niño Jesús y todo lo demás, viene a mi mente el pensamiento tonto y tal vez loco, del qué pasaría si por cada recordatorio del nacimiento de alguien, nosotros los humanos pusiéramos todo esta suerte de decoración poco típica en nuestras casas. A veces me parece tan bonito todo el asunto navideño, y a veces también me parece algo tan vano… tan vano como pasar por el centro de la ciudad y ver un montón de adornos bonitos embelleciendo, plazas, locales e incluso la iglesia, ver las luces de la navidad brillando en la cara de los indigentes que tuvieron la desafortunada idea de venir de algún lugar de la sierra para terminar pidiendo limosna tirados en la calle jalándote el pantalón para que les hagas caso y le des unos céntimos, tan vano como que aquellas organizaciones que piden colaboración para hacer el bien con la gente humilde, mientras están adornadas de artículos y objetos navideños, que tal vez cuesten más de lo que el buen corazón de muchos parroquianos pueda llegar a donar por estas fechas.
La efectividad comercial de estos días es un hecho, las personas en su mayoría pensamos en los regalos, en los que recibiremos y en los que entregaremos, todos hacemos planes para ese 24 de diciembre en el que esperaremos las doce de la noche o las cero horas del 25 de diciembre en una calurosa noche de verano, sentados con chocolate hirviente a la mesa, con tal vez algo de pavo, o pollo en algunos casos, y alguna que otra combinación de comidas que solo la gula navideña nos hará tragar.
Y nos pasamos el tiempo basados en la artificialidad de estas fechas, llenando nuestras casas con luces, para iluminar tal vez parte de nuestras tristezas, reventando cohetes para expresar alegría o simplemente por chacota, por hacer rabiar al vecino, por hacer correr a los perros, o por cualquier otro extraño motivo.
Llegarán las doce y los teléfonos se bloquearán como cada año, porque todo el mundo querrá saludarse al mismo tiempo, a la misma hora y por el mismo canal, muchos celebraremos, otros simplemente dormiremos o trataremos al menos. Usaremos nuestros mejores trapos ese día porque es navidad. Y porque en navidad “no puedes vestirte mal”.
Pasarla en familia si la tienes, sino, recordar esa noche de 25 cuántos seres ya no nos acompañan, o darte cuenta tal vez que no es que no tengamos familia, sino que somos nosotros los que ya no podemos estar con ellos por diversas causas y cosas. Saludar a cada conocido al día siguiente con un abrazo o de lejos deseando una feliz navidad a diestra y siniestra.
Las noticias del día “D” serán acerca de los borrachos que murieron por celebrar aquella noche, o de los niños que perdieron alguna parte de su cuerpo por jugar con los cohetes que no debieron si quiera tocar, o de alguna balacera que terminó matando a alguna persona inocente o culpable en esa fecha “tan especial”.
Y es que es todo tan predecible, tan de siempre, tan igual a todos los años, con variaciones mínimas pero que en conjunto terminan siendo la repetición de lo mismo. No puedo negar que es una fecha muy especial, pero tampoco puedo negar que desde mi punto de vista, es una celebración más de la banalidad a la que muchas veces nos sometemos por costumbres absurdas, traídas desde no sé donde e inventadas desde no sé cuándo y no se por quien.
Obviamente están también las personas que realmente recordarán el verdadero motivo de la conmemoración de esta fecha y no puedo decir nada al respecto, porque debo confesar que no me encuentro en ese grupo desde hace muchos años. En fin hay tiempo para reflexionar, aun queda una semana, después de todo en un solo segundo, la vida puede cambiarnos para bien o para mal, veremos que sucede este año hasta esta navidad…

No hay comentarios:

Publicar un comentario