Uno de enero del 2011, una y treinta de la noche, llamo a Willy, mi amigo de años, para saludarlo por el año nuevo mientras me dirigía a darle el alcance en una de las fiestas con extrema publicidad para dicha fecha tan especial. Mi sexto sentido hizo que mi cuerpo empiece a escarapelarse, como cuando te ataca ese mal presentimiento de que algo malo está por suceder. Amigo, ¡feliz año! – le digo con una gran emoción esperando una respuesta más alegre. Feliz año – me respondió – sin alegría alguna y con el tono lúgubre de quien te agradece al recibir el pésame en un velorio. Solo atinó a complementar la respuesta diciendo que parecía que la orquesta ya iba a terminar y que esperaba la noche recién comience (siendo ya casi las 2:00 a.m.).
Llego al lugar y mis oídos me iban anunciando la llegada al establecimiento que se convertiría luego en el purgatorio que me haría pagar con aburrimiento todo lo malo que había hecho en el 2010. Había tenido ya el año anterior una experiencia extrema de aburrimiento y decepción en el mismo lugar pero pensé que ante la extrema publicidad y ante el extremo precio de la extrema entrada que compré, que dicho sea de paso, triplicaba en precio a la del año anterior, “la diversión estaba asegurada”, tal y como afirmaban en el video que anunciaba dicha fiesta, además de considerar errónea y masoquistamente que a diferencia del año anterior no existiría algo peor. En exteriores afortunados parroquianos que no alcanzaron a comprar entrada antes y espero no hayan tenido la desdicha de haber entrado; en interiores dos nobles señoritas, recibían las entradas y te colocaban una cinta en la muñeca para diferenciarte, en mi opinión absurdamente, por color en precio alto, precio medio y precio bajo de ingreso para luego separarte en uno de los tres extremos en los que se dividió dicha fiesta.
Ingresé al establecimiento y comenzó “la fiesta inolvidable” tal y como aseguraba la publicidad, jamás olvidaré los tres extremos en los que se dividía dicha celebración. Si pagaste un precio alto, tu extremo estaba súper iluminado y tenías la pista principal para ti, además no podías preocuparte de que invadan tus “carriles”, pues la seguridad no permitiría tan nefasta mezcla gracias al color de tu brazalete de papel color chillón, si pagaste un precio medio y uno bajo, tu zona era la más oscura, como para que no te vean, tu ambiente era el más lúgubre, y tenías dos extremos semi iluminados con un par de semáforos discotequeros en cada lado que te “hacían la noche” y que distaban mucho de ser “el ambiente más moderno y divertido” que aseguraron encontraríamos o al menos de lo que yo y toda mi expectativa junta esperábamos.
Acoplado ya en uno de los tres extremos, caí en cuenta de la mala calidad del sonido, la música fuera de lugar y sacada de tiempos irreconciliables con todos los presentes allí. No podía creer, desde mi extremo, el lugar al que había llegado, pensé que la orquesta ya había terminado y se estaba yendo, pues solo alcancé a ver a un jovencito detrás de un órgano, un desentonado cantante, y 4 robustas y rollizas mujeres que bailaban cada cual su propia coreografía, y que en conjunto distaban mucho de ser lo que mi cerebro asocia al concepto orquesta. Cansado de ver tan soberano y aburrido espectáculo, y con toda la resignación por dentro, preferí cambiar al extremo más oscuro, donde dicho sea de paso, la gente recibía el eco de los pequeños parlantes que habían acoplado en el extremo de luz y nos resignábamos solo a escuchar la infernal música, con pista de fondo y al flaco joven sin cansarse de decir sin motivo alguno y en cualquier absurdo momento “apoteósico” desanimando y aburriendo mas a los desanimados y aburridos asistentes, más deprimente aún fue ver un par de jóvenes intentando salvar la noche y bailando alegremente gracias a la moderna, y envidiable en ese momento de mi vida, música dentro de su moderno celular. Pensé, si la media orquesta del frente hace ruido (entiéndase ruido por intento de cantar) con pista porqué mejor no se callan y dejan correr el disco solo, tal vez la gente se hubiera animado mas así, pero lo más seguro es que se hubiera oído algo mejor. Completamente decepcionado y aburrido hasta la saciedad preferí solo comer y tomar.
Como si fuera poco, desde mi extremo de aburrimiento, un ser viviente vestido de bufón con zancos, apareció y de la nada arrojó, serpentina y una especie de nieve artificial, intentando animar a la masa de aburridos asistentes, claro que hubiera sido todo mucho mejor si no fuera por el pequeño detalle de haber recibido toda esta mezcla de químicos en la cara y directamente al ojo además de dejar incomible por completo, el minúsculo panecillo que llevaba en la mano y que estaba a punto de llevar a la boca. Maldije el momento en el que decidí haber asistido e ido vestido blanco, por invitación y sugerencia de la señorita anfitriona en la publicidad, pues la mezcla de químicos que recibí en la cara, que me obligó a botar a la basura mi panecillo, que cayó en mi vaso con cerveza que también tuve que botar y que me obligó a dejar todo lo poco comestible que tenía, para al menos intentar pasarla bien, manchó el albino traje que llevaba con la mejor intensión de diversión y “poner la nota” como invitaba en la publicidad la señorita anfitriona. Me rendí, no soporté más. Mi extrema paciencia fue quebrantada por el extremo aburrimiento, me fui, y mis amigos junto conmigo.
Definitivamente una FIESTA EXTREMAdamente aburrida e inolvidable, en extremo una decepción, extremadamente incomprensible, absurda e irreconciliable con los asistentes, esta es mi humilde opinión como asistente y decepcionado espectador, si usted se divirtió lo felicito amigo lector, por mi parte no dudaré en no asistir para otra ocasión.
No hay comentarios:
Publicar un comentario